Lo que más me atrajo de la Psicoterapia Humanista es la visión holística que tiene de la persona y de la terapia y su visión del ser humano como un ser capaz y en autorrealización. Así, tomamos en cuenta el cuerpo, las emociones, el pensamiento, incluso la parte más espiritual del individuo o su búsqueda de sentido y significado. Y le acompañamos a ser siempre auténtico y autorrealizarse.
Desde esta terapia tomamos como punto de partida el síntoma, es decir, el sufrimiento más grande que tiene la persona y le ha llevado a buscar ayuda terapéutica. A veces nos sentimos muy tristes por una perdida sufrida, o puede que nuestra relación de pareja despierte más el dolor, enfado o miedo que el amor mutuo. A veces son dificultades en el trabajo, o con la familia, o con los otros, con nuestro hijos o incluso con nosotros mismos. Nos sentimos sin recursos para continuar y recuperar la felicidad.
Entonces, desde este punto de partida, la terapia se convierte en un proceso que nos hace mirarnos y escucharnos a nosotros mismos, a nuestras partes. Es como ir limpiando las habitaciones de una casa: algunas están sucias, otras parecen guardar fantasmas, las hay que son feas o incómodas, pero siempre acompañado y seguro en el proceso, para ir limpiándolas, entendiéndolas, iluminarlas y convertirte, de esta manera, a ti mismo en tu mejor hogar. Un hogar seguro, cálido, con amor, luz y lleno de las personas que tú decidas que lo habiten.
A veces ponemos nuestro bienestar y nuestra felicidad fuera de nosotros, en la familia, la pareja, el éxito, el trabajo… cuando el verdadero hogar se crea primero dentro de nosotros. Porque al final, la responsabilidad de nuestra felicidad es solo nuestra. La responsabilidad nos ofrece la libertad y el poder de decidir cómo vivir.












